El mensaje de Zambada no ha de leerse como objeto periodístico, aunque haya sido escrito con las más finas herramientas del periodismo, porque se hizo bajo los términos de la fuente y en este caso simplemente no había opción porque la fuente de la información no es ni siquiera patrocinador del medio, es alguien poderoso, capaz de matar y su poder radica en que las leyes no lo gobiernan.
Por supuesto que no quiere matar a Felipe Calderón, para qué, si al menos el tipo es el representante ante los mexicanos de un gobierno que se encarga de que su negocio siga vigente: el dinero del narco no sería posible si no estuviéramos viendo la droga como un demonio, un pecado, una fuerza maligna que hay que atacar como don Quijote ataca molinos de viento. "Menos mal que nuestro gobierno lucha contra el narco", sí cómo no, la guerra es la mentira más grande de los gobiernos, siempre se miente sobre el contrincante, sobre el objetivo: siguen mezclando nuestras nociones de droga y narcotráfico.
Y nuestros representantes no trabajan, necesitaríamos que mataran a un pariente de más de la mitad de esos inútiles para que empezara a importarles el asunto.
No les importan los muertos mexicanos del problema. ¿Creerán que son necesarios?, ¿serán tan idiotas para no ver que la solución no está en las armas?
Si lo son, hay que sacarlos de ese puesto de inmediato.