miércoles, 1 de mayo de 2013

Por un beso que te di


Gracias al arresto de Manuel Berumen el fin de semana pasado, el municipio de León se convirtió en la comidilla de los tuiteros; el evento fue difundido con todo el amarillismo del que somos capaces, para anidarse como un extremo absurdo de la polémica, altamente inflamable y vigente en México, entre conservadurismos y progresismos.
Para llevar el simpático incidente a nivel de escándalo, fue necesario borrar del mapa los detalles: en la primera versión que se propagó, como la más letal de las epidemias por ser apta para el tuit, la policía de León arrestó a @ManuelBerumenR por besar a su pareja en una plaza.
Circuló de inmediato el video tomado por la mujer de Berumen en el momento del arresto, donde se puede apreciar que él no opuso resistencia “y sin embargo le pusieron esposas”. “A mí sí me van a llevar por lo que yo le dije a la señora, pero ella me dijo cosas a mí”, parece decir Berumen, al principio del video. El policía le pregunta qué le dijo la señora; “hay niños”, contesta él, y el policía le dice que no le parece que eso sea un insulto.
La señora que se quejó, “¡hay niños!”, es señalada por la esposa de Manuel Berumen al final del video, cuando la detención fue consumada, pero al momento no se conoce su nombre ni ha declarado a los medios con su versión. Se queda en el imaginario colectivo como una enemiga del amor, anónima.
Aunque conformen la verdad, resulta tortuoso repetir estos detalles cuando el escándalo y la indignación ya están colocados en la opinión pública. Es como quitarle un dulce a un niño: el niño es nuestra necesidad de pronunciarnos con fuerza ante la injusticia en medio de una sociedad construida en la injusticia; el dulce es la anécdota de una intransigencia evidente, como no suceden las injusticias reales de las que víctimas reales no tienen oportunidad de quejarse.
No importó que los policías no hayan arrestado al padre de familia por besar a su esposa en la calle; lo que importó es que para nosotros es creíble, porque los policías seguramente son capaces de actuar así (y más los de Guanajuato), importó que no estamos dispuestos a permitir que toquen nuestra libertad, y que tenemos toda la fuerza que se necesita para protestar y defendernos.
Defendernos a besos, qué conveniente y qué buena suerte la de algunos. Vienen a cuento los versos de una canción emblemática de la Estudiantina de la Universidad Autónoma de Querétaro (otra sociedad conservadora), El bachiller:
Por un beso que te di
me quisieron reprobar,
desde entonces prometí
que te volvería a besar.
(…)
No quiero ser abogado
ni quiero ser contador,
quiero ser tu enamorado
aunque nunca
aunque nunca sea doctor, ¡sí señor!
(Publicado el 8 de agosto 2012 en Zona Franca).

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