viernes, 31 de mayo de 2013

Vivir mata; la arbitrariedad de los modelos de vida en México

El Estado mexicano nos protege del tabaquismo; entre otros métodos, con mensajes amenazantes en las cajetillas de cigarros, como “Fumando puedes matar a tu bebé” y “Contiene talio; veneno utilizado en raticidas e insecticidas”. Nos protege a cambio de nuestra confianza y nuestra fidelidad.

Parecido era el sistema con el que se ocupó de promover los derechos de las mujeres en la primera de las campañas del Instituto Mexicano de las Mujeres, “El que golpea a una, nos golpea a todas”, fundamentado en el concepto de la conciencia de género pero, por otro lado, incapaz de alcanzar el de la igualdad en derecho que pudo abarcar con tan solo amenazar no a todas sino a todos: “el que golpea a una, nos golpea a todos”.

Se deduce de estos mensajes con que se nos conduce a determinada conducta, además de presupuestos de que fumar es malo y golpear a una mujer también; que necesitamos ese tipo de amenazas para llevar esos preceptos en los que se supone que estamos de acuerdo, al terreno de nuestras prácticas de vida.

La incongruencia alcanza otro nivel cuando el Estado, que ha de tener motivos bien medidos para proceder sobre nuestros consumos y convivencias, por otra parte fomenta y permite prácticas sobre las que también se ha convenido que conllevan un perjuicio para el individuo o para la sociedad.

A esta mexicana se le recuerda la existencia del cáncer de garganta cada vez que toma un cigarro de su cajetilla, se le dice recurrentemente que su condición de mujer es la de la desventaja, de tal forma que haber nacido mujer es un mérito qué celebrar.

Es por ello que al igual que sus compatriotas del sexo masculino, esta mujer tiene derecho a endeudarse en compras de artículos de lujo, a consumir cualquier cantidad de bebidas alcohólicas y a comer algo más que frutas y verduras recién cosechadas.

Tiene derecho a pasar las cinco, siete o veinticuatro horas que dispone para su esparcimiento sentada o acostada frente a un aparato de televisión y consumir en ella información que cualquiera tiene derecho a producir, y aunque tiene derecho a ocupar su tiempo y su espacio de muchas formas distintas, también tiene derecho a gastar su sueldo quincenal en una sola tarde en el casino sin que nadie la moleste.

Tal vez lo que motiva al Estado a producir estas amenazas no es conducirnos a ningún otro sitio que a la certeza de que alguien es capaz de decirnos lo que nos conviene y no es necesario que nos informemos y decidamos por nosotros mismos. 

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